Te lo dije, muchacho, el camino de vuelta es más corto. Pero vos, testarudo como siempre, no hiciste caso. Te empeñaste en recorrer el mundo a ciegas sin saber que al otro lado el mar se acababa. Ahora lloras, lagrimones de elefante, de esos que cuando caen se moja el suelo. Pero tranquilo, escucha esta canción serena. La del viento de oriente. La que sabe a flores.
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