jueves, 26 de marzo de 2009

¿y quien es?

En cualquier caso sabía que ésa no era la verdadera razón de su dolor, de su dolor de vivir, pero, se daba por vencida y ya no intentaba analizar demasiado la razón de su desesperación. Sabía que era depresiva, que entraba y salía de las cirsis de ansiedad como quien lo hace de los bares, que su equilibrio mental era bastante inestable, que de equilibrio tenía poco o nada, que era impulsiva, que tenía un carácter melancólico, que no acababa de sentirse a gusto en ningún lado...Pero ya había desistido de tratar de entender el porqué de todo esto, si era aquello enfermedad o simple rasgo de personalidad, si era muy creativa, imaginativa en exceso o sencillamente maníaco-depresiva. Ya no intentaba explicarse a sí misma en términos lógicos.

Nada de lo importante para ella era susceptible de ser examinado a la luz de lo racional. Lo importante, lo que la conformaba y le dolía, se arrastraba inconscientemente con ella, como una sombra, sin análisis, sólo como una sensación que remolcaba y que hacía patentes todos los resentimientos y heridas.

Aquel dolor agudo y constante, aquella ansiedad que no podía dejar de sentir, se derivaba de su índole de ser diferente, pues siempre supo, o más bien sintió, que era distinta. Entre otras cosas por su condición, la única de su clase. Y llevar esa distinción, le confirmaba lo que ella había sospechado desde que cumplió los cinco años: que por alguna razón no era como las otras. No como su padre ni como su hermaa, no como el resto de las niñas de su colegio, no como nadie más que viviera cerca de ella.

Reconocía su distancia, su diferencia, en el espejo de los ojos de la gente: débil, variable, contradictoria. Y así, consciente de que poco podría obetener de los otros, aprendió a mirar a su alrededor sin hacer preguntas, y avanzó como pudo hasta la pubertad sin súplica, ni curiosidad, ni ambición, ni propósito.

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